martes, 9 de junio de 2009

Cuando la sal te sepa a azucar.

Recogimos nuestras mochilas, ya puestas nos encaminábamos de vuelta a casa. Después de un buen día fuera de la ciudad, en un minicampo, un buen tiempo, una buena compañía, o al menos eso parecía.
Arya, Frederic y Susana llevaban lo que quedaban de las botellas de tinto. Josep me acompañó a tirar los restos inservibles.
- ¿Hace buen día, no?.- Le miré. Que guapo, por Dios. Hice una foto de aquel instante en mi memoria. Josep tenía una sonrisa que de esas que te llenan por dentro lo quieras o no, una cara cuadrada con los rasgos marcados... Y el sol, que se estaba escondiendo, y la pequeña brisa, hacían que su pelo largo castaño brillase y jugase con esos ojos de un color indescriptible, que se habían achitado debido a que siempre que sonreía cerraba un poquito los ojos y parecía que tenía patas de gallo.
- Y tanto...- En cambio, yo no tenía comparación con él. Una chica normal, pelo negro y a veces castaño, ojos marrones, la sonrisa escondida y con las mejillas enrojecidas, tal vez por la bebida, tal vez por otra razón.
- ¿Cuándo lo hago?
- ¿El qué?.- Sabía perfectamente a lo que se refería. Estaba enamorado de Susana, normal... La barbie del grupo, la 60 90 60. No hace falta descripción, ya que todos sabemos o deberíamos poder imaginárnoslo.
- Ya lo sabes... - Su voz iba bajando de tono. Que situación más incómoda.
- ¡Ah! Eso... Pues no lo sé. Cuando veas que estaís en una situación más íntima. Solos o alejados de la multitud, donde no podaís ser interrumpidos u os podaís escabullir.
- ¿Por qué me iba a escabullir? - Rió. Ésta vez quería reirme con él, pero no se por qué. No me salió la risa.
- Solo lo digo por si acaso. - Solté, seca. Él suspiró.
- ¿Y tú qué?.
- ¿Cómo?.
- Sí,sí. Cuéntame. Que siempre te cuento mis paranoias amorosas, pero de ti poco sé.
- Ya sabes que paso.
- Mira que eres tonta, ¿eh?. - Me rodeó con el brazo mis hombros, me rozó el cuello... Que cosquilleo más feo. No contesté.- ¡Teniendo a los mozalbetes que tienes detrás y no eliges!
- Creo que te confundes de persona. No soy ni Susana ni Arya, ¿eh?.
- Siempre te diré que si no has estado con nadie, es porque no has querido.
- Quizá sea porque todos aquellos que se me han declarado, ¿muchísimos, eh?. Estaban borrachos o simplemente no me interesaban.- Me pellizcó, hice una mueca y puse los ojos en blancos.
- Lo que no entiendo es porque no te interesan. Joder, por ejemplo, mi primo Jake. Es alto, deportista, rubio, simpático, gracioso...
- Un creido de mierda.- Le corté. No hubo risas.
- Sabes que cambiaría por ti. Te lo dije y te lo dijo.
- No me creo las palabras...
- Solo los hechos y no sólo uno, ni dos. Sino todos los de una vida. - Me recitó.

Quité su brazo de mi alrededor, tiré la bolsa al contenedor y nos dirigimos a donde estaba el grupo esperándonos.

- Que exigente eres Tif.
- Eso es lo que te crees tú.
- ¡Eh! Lentucios, vamos volviéndonos nosotros que Arya tiene que estar en diez minutos en casa. - Nos gritó Fre. Josep movió la cabeza, hacíendo notar que lo habíamos oido.

Fre era el novio de Arya. Ambos eran, para mi, la pareja perfecta. Excepto por el detalle, que la noche anterior Arya le dijo a Fre que estaba enamorada de Josep. No sé por qué, pero no lo dejaron. Quizá porque Arya no aguanta estar sola y a Fre no le importaba mucho, con tal de tener algo donde agarrar.
Y por Susana, ella estaría encantada de ser aquel agarre para él. El problema estaba en que a Fre las rubias no le hacía mucha gracia.

Josep se frenó para atarse las zapatillas, le quité la gorra mientras se agachaba. Se levantó, siempre con esa sonrisa, me la apretó.
- Te la regalo. Te queda bien.
- ¿Si, no?.- Hice una pose en plan modelo, que pena que no se me de bien.

Como no, Josep no se había atado bien las zapatillas, por lo tanto a los diez pasos se volvieron a desatar. Se agachó. Le empujé. Se tambaleó. Me dió detrás de la rodilla, y me doblé. Poniéndome a su altura. El sonrió, otra vez. Lo odio.
- Te quiero.
- Entonces sí que no eres exigente.


Si el azúcar te sabe a sal, esque te equivocaste de bote. Aunque tardes en darte cuenta.